El malvado de "Vidas robadas" también hace de amante cobarde en Una Cierta Piedad
Despojado de las ropas que le dan vida a Nicolás Duarte, el seductor psicópata de Vidas Robadas -Telefé-, irrumpe agitado en su camarín y se saca del cuello el infaltable pañuelo. Falta poco menos de una hora para que en "Una cierta piedad" entre en la piel de Ben, el hombre que luego del atentado a las Torres Gemelas proyecta hacerse pasar por muerto para vivir una historia de amor prohibida. Así, entre estos sinuosos personajes que le impusieron desafíos y lo reencontraron con el éxito, reparte su presente profesional Juan Gil Navarro.
El austero camarín decorado con dos fotos de Natalia, su esposa, es el escenario en el que se deja ver afable y cortéz para hacer su balance del 2008. El desgaste actoral es grande pero la satisfacción de su rostro muestra que vale la pena: "hay capítulos de 'Vidas' que terminamos de grabar en el mismo día en el que salen al aire, la televisión es así porque saben que uno tiene la capacidad de resolver", opina en relación al trabajo que lo tendrá ocupado por lo menos hasta el 20 de noviembre. "Quizás se haga el cierre en el Gran Rex o en el Luna Park, como se hizo con Montecristo", agrega el actor.
Juan también recuerda su participación en La Lola, "fue raro, estuve sin estar" -dice-. Quizás esa fue una señal del éxito que llegó meses después con el villano proxeneta "digno de una obra de Shakespeare" al que, según cuenta, terminó de encontrar hace apenas un mes.
"En la tele no tenés idea de lo que puede pasar, caminás hacia adelante de espaldas y sabés que hay piso al dar el paso", explica metafóricamente. Así le ocurrió con Nicolás Duarte a quien armó en base a "seres deleznables" que tenía en el imaginario: "nada es instantáneo en mi vida, lo construí ladrillo a ladrillo y con el esfuerzo del trabajo. No se puede explicar muy bien, pero la gente tiene un enganche especial con los personajes que se animan a caminar al borde del precipicio y mirar al vacío".
Sin dudas, "Vidas Robadas" marca un hito en su carrera porque lo pone en un lugar del que él no quiere correrse, el del compromiso social. "El problema del tráfico de personas encontró una gran repercusión y sabemos que la novela ayudó. Por eso con Adrián -Navarro- y mi esposa estuvimos en la Legislatura cuando se trató la Ley; sin dudas el producto televisivo puso lo suyo para instalar un tema oscuro del que muchos no tenían ni idea", sostiene.
En sus elecciones profesionales Juan toma como suyas las palabras de Alfredo Alcón, quien en una oportunidad señaló que para el actor existen dos caminos, "uno, el del glamour, y otro, más acotado laboralmente, en el que uno tiene licencia para equivocarse, para explorar, elegir cosas nuevas y dar algo más allá de lo que se puede dar en la televisión".
UNA CIERTA PIEDAD
En el teatro, Juan Gil Navarro encuentra una de sus formas de expresión preferidas y por eso hace casi un año aceptó hacer junto a Selva Alemán "Una cierta piedad" -obra de Neil Labute- en el Metropolitan. Allí encarna a Ben, un hombre que trabajaba en el World Trade Center durante el ataque a las Torres Gemelas en setiembre de 2001. En ese fatídico momento él se encontraba en un departamento, junto a su amante Abby -Selva Alemán- y proyecta aprovechar esa tragedia para escapar con ella, luego de que su esposa lo considere muerto.
En las tablas la superposición de diálogos son una continua provocación a los espectadores que deben tomar de manera simultánea los conflictos y las ironías de los personales. "Era difícil pasar el libro de la obra al vínculo de tres años que tienen los personajes -apunta-, además hubo que adaptarlo a nuestra sociedad porque acá con la palabra no alcanza, la gente espera ver que los amantes se toquen".
Mientras disfruta del sólido ensamble actoral con Selva Alemán, sueña con participar de las clases de la RADA -Royal Academy of Dramatic Art- en Inglaterra y recuerda que hace algunos años se contactó con Alan Rickman, vicedirector de esa institución, para obtener una beca.
"Estoy contento, estoy pleno, más allá del desgaste actoral es bueno integrar el dream team de 'Vidas Robadas' y hacer junto a Selva 'Una Cierta Piedad', obra fuerte con un lenguaje bravo".
El austero camarín decorado con dos fotos de Natalia, su esposa, es el escenario en el que se deja ver afable y cortéz para hacer su balance del 2008. El desgaste actoral es grande pero la satisfacción de su rostro muestra que vale la pena: "hay capítulos de 'Vidas' que terminamos de grabar en el mismo día en el que salen al aire, la televisión es así porque saben que uno tiene la capacidad de resolver", opina en relación al trabajo que lo tendrá ocupado por lo menos hasta el 20 de noviembre. "Quizás se haga el cierre en el Gran Rex o en el Luna Park, como se hizo con Montecristo", agrega el actor.
Juan también recuerda su participación en La Lola, "fue raro, estuve sin estar" -dice-. Quizás esa fue una señal del éxito que llegó meses después con el villano proxeneta "digno de una obra de Shakespeare" al que, según cuenta, terminó de encontrar hace apenas un mes.
"En la tele no tenés idea de lo que puede pasar, caminás hacia adelante de espaldas y sabés que hay piso al dar el paso", explica metafóricamente. Así le ocurrió con Nicolás Duarte a quien armó en base a "seres deleznables" que tenía en el imaginario: "nada es instantáneo en mi vida, lo construí ladrillo a ladrillo y con el esfuerzo del trabajo. No se puede explicar muy bien, pero la gente tiene un enganche especial con los personajes que se animan a caminar al borde del precipicio y mirar al vacío".
Sin dudas, "Vidas Robadas" marca un hito en su carrera porque lo pone en un lugar del que él no quiere correrse, el del compromiso social. "El problema del tráfico de personas encontró una gran repercusión y sabemos que la novela ayudó. Por eso con Adrián -Navarro- y mi esposa estuvimos en la Legislatura cuando se trató la Ley; sin dudas el producto televisivo puso lo suyo para instalar un tema oscuro del que muchos no tenían ni idea", sostiene.
En sus elecciones profesionales Juan toma como suyas las palabras de Alfredo Alcón, quien en una oportunidad señaló que para el actor existen dos caminos, "uno, el del glamour, y otro, más acotado laboralmente, en el que uno tiene licencia para equivocarse, para explorar, elegir cosas nuevas y dar algo más allá de lo que se puede dar en la televisión".
UNA CIERTA PIEDAD
En el teatro, Juan Gil Navarro encuentra una de sus formas de expresión preferidas y por eso hace casi un año aceptó hacer junto a Selva Alemán "Una cierta piedad" -obra de Neil Labute- en el Metropolitan. Allí encarna a Ben, un hombre que trabajaba en el World Trade Center durante el ataque a las Torres Gemelas en setiembre de 2001. En ese fatídico momento él se encontraba en un departamento, junto a su amante Abby -Selva Alemán- y proyecta aprovechar esa tragedia para escapar con ella, luego de que su esposa lo considere muerto.
En las tablas la superposición de diálogos son una continua provocación a los espectadores que deben tomar de manera simultánea los conflictos y las ironías de los personales. "Era difícil pasar el libro de la obra al vínculo de tres años que tienen los personajes -apunta-, además hubo que adaptarlo a nuestra sociedad porque acá con la palabra no alcanza, la gente espera ver que los amantes se toquen".
Mientras disfruta del sólido ensamble actoral con Selva Alemán, sueña con participar de las clases de la RADA -Royal Academy of Dramatic Art- en Inglaterra y recuerda que hace algunos años se contactó con Alan Rickman, vicedirector de esa institución, para obtener una beca.
"Estoy contento, estoy pleno, más allá del desgaste actoral es bueno integrar el dream team de 'Vidas Robadas' y hacer junto a Selva 'Una Cierta Piedad', obra fuerte con un lenguaje bravo".
El Día
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