“Me acostumbré a ser un bicho raro”
Juan Gil Navarro
Es uno de los protagonistas de Vidas Robadas, la tira que se atrevió a abordar por primera vez el tema de la trata de personas. Y aunque su personaje es cómplice de una red de tráfico de mujeres, tiene un fuerte compromiso con el tema en la vida real. Recibió a Para Ti y habló de todo.
Toma uno: la luz forma destellos brillantes sobre las vías vacías. Un joven rubio de barba incipiente llega a la estación y busca algo con la mirada. A lo lejos se oye el sonido de una locomotora. Cuando el tren detiene su marcha, baja una nena con jumper escolar, se acerca a él e intercambian unas palabras. Luego ella empieza a gritar desesperadamente. Corte.
Siguiendo la trama de Vidas Robadas –la tira que co-protagoniza junto a Facundo Arana, Jorge Marrale y Soledad Silveyra todas las noches por Telefe–, la escena debería terminar mal. Pero el grito de la chica sólo es para que sus amigas se apuren a bajar del tren: “¡Chicas, vengan que nos sacamos una foto con él!“, dice exaltada, y entonces son ellas quienes lo secuestran, ruidosas, en la estación –antes tranquila– de zona norte para inmortalizar el encuentro con sus teléfonos celulares. Lejos, muy lejos del malo que interpreta en la ficción, aparece a cuadro Juan Gil Navarro (35), despojado de todos sus personajes y preocupado porque las pequeñas fans – a quienes despide una a una con un beso– lo demoraron para la entrevista. “Gracias por la paciencia. ¿Quieren que hagamos las fotos? Estaría bueno, hay una luz oblicua ideal, ¿no?”, propone sencillo, dando entrada a esa puerta tantas veces cerrada por pudor: la de su vida y sus imágenes reales. “No me gustan mucho las entrevistas, porque la mayoría de las veces hay que hablar de cosas que no suman, habiendo tantos temas importantes”, resume de movida para exorcizar la banalidad.
–Justo te iba a preguntar si te considerás una cara bonita.
–¡Ja!, para nada… Sólo soy un traje bonito.
–¿Y se puede saber a qué se debe tanta formalidad?
–Me cansé de aparecer siempre de remera y jean, y de tener que elegir previamente cómo combinarlos. Además ya soy grande, así que pensé que un traje me podía resolver todo en estos casos. Uso los de tres piezas porque me recrean una atmósfera muy siglo XIX. ¿No parezco un poeta ruso?
–Yo te he visto en zapatillas, haciendo fila para tomar el colectivo…
–¡Seguro! Soy de tomar bondi, tren, ando en bicicleta… El otro día vi que una revista había fotografiado a Paola Krum en el subte y lo publicaban como algo raro. ¿Cuál es el problema con eso?
–¡Que los actores no tienen derecho a matarnos la fantasía acerca de sus vidas llenas de lujo!
–Entonces pido perdón, pero tengo una vida con cero brillo. Me da mucho pudor cuando me dan un trato especial. Y no desayuno frente a la piscina olímpica de mi inmensa propiedad, ni siquiera tengo casa propia. Como desconfío de los créditos, sigo siendo inquilino. Con este trabajo no te hacés rico, tendrías que ver todo lo que nos descuentan.
–¿Cómo es la experiencia de ser actor en la vida real?
–Algunas veces es extraño. Existe una especie de canibalismo con la gente que trabaja en televisión. Me ha pasado que una chica me toque la cola, o que algunos tipos me mojen la oreja para ver si por ser actor soy un show viviente, pero la mayoría de las veces existen un respeto y un cariño muy lindos.
El bueno de la película
Nació en Buenos Aires el 15 de agosto de 1973 y fue a un colegio alemán, aunque no tiene una gota de sangre germana en su árbol genealógico. “Nos quedaba cerca”, explica el actor que debutó en Montaña Rusa y luego hizo carrera gracias a su talento y bajo perfil. Brilló en teatro y televisión, y su protagónico en Floricienta lo consagró masivamente como el príncipe azul por el que madres e hijas todavía hoy le piden autógrafos. Aunque llegó a trabajar en varias ficciones al mismo tiempo (N. de R.: Participó en Lalola, el hombre a quien hechizan y se convierte en Carla Peterson), ahora sólo se ocupa de Vidas Robadas, en donde personifica a Nicolás, un malvado contradictorio con pinceladas de ternura paternal, vinculado a una red de trata de mujeres. En la vida, Juan tiene un compromiso real con el tema que da letra a su personaje, y meses atrás participó junto a Natalia Litvack (29), su mujer, en las sesiones que tuvieron lugar en el Congreso para exigir la sanción de la ley contra la trata de personas. “No es fácil hablar de eso y que la gente se involucre. Descubrí el tema el año pasado y me dije que no podía ser que hubiera más de 500 chicas desaparecidas y prostíbulos pegados a comisarías. Cuando llegó la propuesta para la tira quedé encantado”, cuenta.
–¿Sentís que ser un personaje público te obliga a tener un compromiso mayor?
–Sí, me parece parte del oficio. Tengo claro que soy un bufón que cuenta cuentos y que además gana unos mangos con eso, pero aparte tengo el privilegio de que me hagan entrevistas, y creo que es mi deber decir algo. Está bueno comprometerse. Yo admiro mucho a los actores que lo hicieron en los ´70.
–¿Recibieron amenazas por el trabajo que están haciendo?
–Todavía no, pero desde la desaparición de Jorge Julio López todo puede pasar.
–¿Estos temas revisten demasiada responsabilidad interpretativa?
–Al contrario, requiere más esfuerzo sostener una ficción vacía. Aunque el trasfondo sea urgente y problemático, siempre queda espacio para la creatividad. Si no, sólo es cuestión de ubicar la cara para que la cámara capte el mejor perfil. Por ahí es más caro pensar así, pero “ser cobarde no vale la pena”, como dice Sabina. Prefiero correr el riesgo.
–¿En qué medida te alimenta el ego ser famoso?
–En nada. Una cosa es la fama, y otra, el reconocimiento. Acá no existe el Star System. Este es un trabajo artesanal y el taller de todo es el teatro, porque formula preguntas. La tele te da todo servido, trabajás para el resultado, se ha transformado en un lugar para hipnotizar y vender jabón en polvo. Por eso, cada vez que se da una oportunidad como esta, siento que debo aprovechar para denunciar la corrupción que existe en todos los niveles.
–¿Y cómo ves el país?
–Veo que existe una guerra de egos, sin el más mínimo interés por el bien común, algo que se vio claramente en el enfrentamiento entre el gobierno y el campo. Y que asistimos a la versión moderna del “no te metás”, que se traduce en “es lo que hay”, una basura que se va instalando.
–¿Tenés lugar en las entrevistas para hablar estos temas?
–Depende. Por eso no doy muchas, y es maravilloso porque es lo que me ayuda a seguir ganando mi indiscutible fama de bicho raro del espectáculo, a la que ya me acostumbré gratamente.
–¿Y te molesta cuando te preguntan cosas que considerás tontas?
–La verdad que sí. Mi viejo es periodista y me parece importante elegir la forma en que uno se va a comunicar y lo que va a decir. Durante la dictadura, él escribió para la prensa extranjera y fue perseguido. A mí me gusta ese ejemplo. El me aconsejó que leyera mucho antes de una entrevista, y que tuviera cuidado porque todo lo que dijera podría ser utilizado como titular.
–¿Así que vivís las entrevistas con cierta paranoia?
–Sí. ¡Pero si te digo que soy un paranoico lo vas a usar de título! Mirá, no me molesta que me pregunten, incluso, sobre cosas privadas, siempre y cuando no sea desde la frivolidad. Cómo es un día en mi vida, un color, un perfume, salado o dulce, boxer o slip… Es muy aburrido lo que puedo llegar a decir al respecto.
–¿Y qué le preguntarías vos a un periodista?
–¡Qué bueno invertir los roles alguna vez! Me gustaría conocer anécdotas, preguntar por qué algunos no leen previamente sobre la persona que van a entrevistar, y por qué subestiman a la gente creyendo que sólo les interesa saber cuánto calza un actor. ¿A vos qué te gustaría saber?
–Si alguna vez sentiste ganas de salir corriendo.
–No del trabajo, pero sí de las entregas de premios. ¡No las soporto!
–¿Y qué rescatás de esta televisión obsesionada por el rating?
–Me parece interesante que Claudio (Villarruel) ponga al aire un programa como Ver para leer. Y le agradezco por sostener Vidas… cuando podría elegir algo más rentable. No se puede laburar si el trabajo de uno se traduce en una cuenta. Yo me contento con que los técnicos no se aburran viendo las escenas.
–¿Qué tipo de médico sos a la hora de hacer el diagnóstico de una ficción?
–Soy un cirujano cardiovascular insoportable. Trato de callarme la boca cada vez que estoy mirando algo pero... Es un defecto terrible, no me puedo abstraer.
–¿Y qué esperás que pase con tu vida de acá en más?
–Creo que cuando cumpla 40 voy a llegar a un punto interesante, me gustaría escribir, dirigir. Por ahora seguiremos “gitaneando” con mi mujer por el mundo, antes de los hijos. Me encantaría tener nenas, porque me crié con tres mujeres: mi abuela, mi mamá y mi hermana. Las adoro, tienen una fuerza increíble. Nosotros careteamos más.
–Sos muy correcto. ¿Nunca te salta la cadena?
–Uf, sí, cuando manejo soy un cabrón. Si alguien hace algo que no debe, freno, me bajo y le pregunto por qué. Lo bueno de hacer de malo en una novela es que cuando les golpeo la ventanilla me miran aterrados, me piden disculpas y huyen despavoridos.
PARA TI.
NACIO EL MISMO DIA QUE YO...QUE CARACTER QUE DEBE TENER!!!
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Hace 6 años
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